miércoles, 12 de octubre de 2011

“Adentro del anillo del verano…” ‘Galope muerto’. Análisis textual de quinta y final estrofa. por fernando reyes franzani.

Adentro del anillo del verano ...







“Adentro del anillo del verano…” ‘Galope muerto’. Análisis textual de quinta y final estrofa. por fernando reyes franzani.



una vez los grandes zapallos escuchan,







Quinta y final estrofa de ‘Galope muerto’, análisis textual.



fernando reyes franzani




Continuación, y final, de los análisis textuales sobre ‘Galope muerto’ para quedar en condiciones de comenzar a realizar otros análisis literarios derivados sobre el poema sin inventar ni dar saltos mortales.



El escuchador-hablante sabio:                                               (Quinta estrofa, y final)



Para enunciar el final, el hablante residenciario cambia otra vez de piel. Ya no será un hablante oracular, ni uno subjetivo, ni uno narrativo. Se aparecerá como un escuchador-hablante sabio, obvio que otra vez oscuramente sabio, pero representante de otros, y dirá, con una nueva sintaxis:


Adentro del anillo del verano
una vez los grandes zapallos escuchan,
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho,
de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.”


                                                                    en un final magnífico, brillante, imposible de ser superado, que pasamos a analizar. Parte de su magnificencia proviene de su decir solemne, anticlimático, reposado, y de su sintaxis descoyuntada: la sintaxis de la escucha.

Por supuesto que no contiene la respuesta diferida. Eso habría sido espantoso. Un desastre. Ya lo sabemos. Y la contiene también: pero no en las palabras del hablante, ni de modo directo: al contrario, en el modo más subrepticio posible.

Todas esas circularidades del inicio, todas esas imágenes de envolvimiento, ahora reaparecen adentro del anillo del verano: en la estación de la plenitud, adentro de su anillo. ‘Galope muerto’ es un poema muy autoreferente, nunca será mucho repetirlo: debidamente autoreferente, como la poesía debe ser. Y es en la estación de la plenitud, porque estamos en la plenitud del poema.
Y lo que ocurre adentro de esta nueva estructura envolvente es que: una vez los grandes zapallos escuchan, donde no existe error sintáctico que admitir. No es una vez los grandes zapallos escucharon, es propiamente escuchan, porque es en presente: cada vez que leemos ‘Galope muerto’, en ese momento, en esa vez, los grandes zapallos escuchan, ahora escuchan, esta vez, siempre será una vez en el eterno presente de ‘Galope muerto’, cuando éste es activado, transformado en un galope vivo.

Y esos grandes zapallos no son las cucurbitáceas americanas; esas podrían ser zapallos grandes, o pequeños, o amarillos, o lo que se quiera. Estos son grandes zapallos. Primer adjetivo prepuesto. Al tamaño de su misión, el tamaño de su grandeza. No cabe la menor duda, que estos grandes zapallos cumplen el mismo rol que los ángeles terribles se encargan de soportar en la ‘Primera Elegía del Duino’. Segundo momento para volver a pensar que el demiurgo del hablante residenciario leyó esa ‘Primera Elegía del Duino’.

El hablante residenciario adoptó la actitud de escucha, de percibir, y no fue capaz de leer, a pesar que vio. Los grandes zapallos ejecutan esa misión frustrada. El hablante residenciario no pudo, pero sabe que alguien puede: los grandes zapallos.

Tened mucho cuidado lectores de ‘Galope muerto’, de no tocar esos grandes zapallos, podríais ser aniquilados. Y es por eso que los grandes zapallos escuchan; no ven, no dicen; escuchan lo terrible, lo innominado hasta ahora, lo referido por el oráculo. Pero ellos no hablan. Lo referido por el poema en la coda no es un hablar, es un escuchar.

Allá en Duino, los ángeles terribles son seres inmateriales. En ‘Galope muerto’ los seres inmateriales no existen de modo trascendente. Por eso es que son seres terribles, sí, pero materiales: grandes zapallos. (Existentes sólo en lo imaginario). Ellos cumplen la misión de la escucha. Ellos son la escucha misma: la escucha que de verdad percibe.

¿Y cómo escuchan?: estirando sus plantas conmovedoras, unas plantas que conmueven, que se ponen en contacto de escucha con lo terrible. Que si a nosotros nos tocaran, esas plantas, y ya sabemos que somos entes de ‘Galope muerto’ también, porque fuimos incorporados a él, nos aniquilarían, porque son plantas conmovedoras, y los son: porque son los órganos de escuchar lo terrible, de lo que conmueve.

¿Y qué escuchan? Sino de eso, de lo que está hecho ese sonido ya tan largo, ese sonido luminoso, símbolo final de lo buscado. Por eso, en de eso, en la palabra eso, está contenido otra vez, y ahora sí, todo el poema. Con la misma función del Por eso, al inicio de la tercera estrofa. Pero ahora con un significado, finalmente totalizante, pues, estamos en la hora de la plenitud.

Escuchan de eso, de lo que solicitándose mucho, y ya sabemos, porque lo dijo el oráculo, que eso, ya nuestra búsqueda también, es algo que se busca mucho, que se solicita mucho, que listaría luminosamente de piedras, (lo pesado), nuestros caminos.

Escuchan de eso, de lo lleno, y no cabe la menor duda que lo lleno, por su plenitud es lleno, (lo opuesto a lo vano, lo vacío), y es otra vez, el mismo símbolo del sonido ya tan largo, y son, por tanto, los grandes zapallos, obscuros, tan llenos de eso, que son obscuros, puesto que lo buscado es obscuro, pesado como las piedras que listan, y no cabe otra salida que los grandes zapallos por ser capaces de escuchar de eso, son obscuros de pesadas gotas: es decir, llenos de eso. Llenos del misterio, símbolos de la escucha, símbolos de vida trascendente natural.

La sintaxis es la sintaxis de la escucha. Los grandes zapallos son los seres capaces de la escucha, de ponerse en contacto con lo misterioso y terrible. Sus órganos son sus plantas conmovedoras, sus plantas terribles, y lo que escuchan es lo lleno, lo misterioso, lo terrible, ese sonido ya tan largo, esa luz sonora, esa sonoridad luminosa, escuchan de eso; de lo que es: esa luminosidad sonora y aromática.

Por eso que ellos mismos son obscuros de pesadas gotas. Obscuros para no ser cegados, llenos de plenitud; Obscuros para no ser ensordecidos, (recordar que en ‘Galope muerto’, luz y sonido, no son más que un único símbolo, el de la plenitud, lo misterioso de la vida, lo terrible de la vida, ¡la vida misma!), llenos de plenitud.

Obscuros, finalmente, porque no irradian: ellos, los grandes zapallos, escuchan, pero no comunican, no conocen nuestro lenguaje, nuestro lenguaje molino de formas, donde lo comunicado queda confuso, oscuro, (pero) pesando, mudo como las puntadas secas en las costuras del árbol.
Conclusión: saber que los grandes zapallos escuchan, agrega, pero no nos resuelve el problema oracular: seguimos, ahora nosotros nuevamente, de intérpretes. ¿Seremos capaces?

El hablante sabio, ha usado la sintaxis, ha inventado la sintaxis, de la escucha que los grandes zapallos realizan, de allí el desmadejamiento, el descoyuntamiento de ella, y por eso, además, que es aquí, por primera vez en ‘Galope muerto’, que aparecen los únicos adjetivos prepuestos, el lugar no preferido de San Juan de la Cruz para colocar adjetivos: recordándonos que él es el santo que en poesía escucha el misterio al cual quiere rendirse. El Santo escucha lo sagrado religioso: lo divino. Los grandes zapallos escucha los sagrado material: la vida en su despliegue: la oposición en la emulación se signa en la posición de los calificativos.

El hablante ha venido usando el lugar preferido de San Juan de la Cruz para situar los adjetivos, y emulando el no uso de ellos cuando necesario. Que en el momento más significativo contradiga al maestro, es muestra de suprema emulación, pues solo se contradice aquello que es importante; y más aún cuando se lo hace por la vía reafirmativa de usar adjetivos pre puestos que no son epítetos. La nieve es blanca: ‘la blanca nieve’. En cambio, los zapallos pueden ser hasta pequeños. Y las gotas de suyo no son pesadas.

Así, y por eso, los grandes zapallos son en ‘Galope muerto’ los agentes de la escucha, como en la primera del Duino, lo son los ángeles terribles. Allá seres inmateriales, pura conciencia, pura intuición, pura escucha; acá, seres materiales, puras grandes gotas, pura vida plena, pura vida plena material no sujeta a la muerte,
en lo imaginario del poema.

Los dos adjetivos referidos: GRANDES zapallos, hechos de PESADAS gotas; pesadas porque son grandes. En ‘Galope muerto’, es el uso de los adjetivos lo que signa los momentos de mayor referencia auto estructural, de sapiencia, de poema que se auto refiere, que se auto muerde la cola: de serpiente de Moebius. (Y en algún anexo, para quienes no sepan lo de la cinta de Moebius, recordaré algunas cosas).

Por eso es que el poeta que irrumpe entre los indefensos, irrumpe con una espada, aquello que cuida la sabiduría ante nosotros los desterrados, sin espada, por lo cual es que somos indefensos. (Ojo, espada que nos fue transferida en el momento oracular, ¿sabremos usarla?).

¿Y qué con el otro adjetivo del momento de la sabiduría escuchante?: los órganos de la escucha de los grandes zapallos son sus plantas CONMOVEDORAS. En posición post puesta.

¿Curioso, no? Si la resolución de los problemas poéticos fuera puramente sujeta al imperio de una regla mecánica, el adjetivo debiera haber aparecido antes del sustantivo. Así cualquiera sería poeta.

Pero el hablante de ‘Galope muerto’, hecho hablante sabio, realiza el hipérbaton, post pone el adjetivo, a sabiendas que el intelecto del lector ejecutará esa operación en su entendimiento de reversión, y entenderá bien.

Si se lo hubiera ante puesto como en conmovedoras plantas, diría lo que no se debe entender: plantas que a nosotros nos conmueven, nos llevan a la misericordia. Un error.

Con plantas conmovedoras, indica que son ellas órganos capaces de percibir la conmoción, y por tanto son ellas las que se conmueven ante lo terrible, ante la plenitud de la vida, son ellas las inmisericordes que conmueven, y a nosotros son capaces de estremecernos.

Y si las tocáramos, nosotros, ya que hemos sido incorporados al poema, también nos conmoveríamos, y seríamos aniquilados, nos haríamos plenamente imaginarios, habríamos sido absorbidos plenamente por ‘Galope muerto’, y seríamos seres muertos plenamente vivos, y plenamente imaginarios ya no existiríamos del lado de acá: Obvio que esto no es posible. Conclusión: no tengamos miedo, no los podemos tocar a los grandes zapallos, no podemos participar, de ese modo, de su escucha.

‘Galope muerto’ nos dice: alguien escucha, alguien sabe escuchar, por tanto también tú, ustedes, podrían hacerlo, tan solo si se hacen como los grandes zapallos. Bueno, eso ya lo sabemos desde el momento oracular. ¿Podremos hacernos como los grandes zapallos? Está por verse: porque para el hablante de ‘Galope muerto’ la vida tiene un sentido, pero este (su sentido) no es trascendente a ella, (la vida), por el contrario debe serle adscrito por el hacer: así como en el poema los grandes zapallos hacen escuchando, se auto hacen como vida natural plena.

(Para algunos creyentes éste es un sin sentido: pero este parecer solo explicita el imperialismo evangélico del pensamiento de algunos creyentes, y nada de contradicción verdadera, explicita su vivir en la metafísica, sobretodo en el platonismo, no en el mundo terreno en que todos, hasta ellos, vivimos).

Hemos, al parecer, pasado del leer, a la exigencia del actuar a través del escuchar. Porque los grandes zapallos actúan al estirar sus plantas conmovedoras, y quedan llenos de eso, al escuchar, y son obscuros de pesadas gotas. Pero esto lo dejaremos para más adelante.

En la lectura de esta última estrofa de ‘Galope muerto’ se ha detectado, con propiedad, otro hipérbaton, al interior de esta, igualmente detectada sintaxis deliberadamente inconexa, arbitraria, embrionaria, (la sintaxis de la escucha, del percibir), lo cual se ha calificado, otra vez con gran propiedad, como una “contorsión sintáctica no practicada siquiera por Góngora”.

Allá se la practica al interior de metáforas para poder no solo hacerlas sino además domesticarlas al interior de versos métricos, perfectamente rítmicos y rimados de modo misterioso, casi natural, para re escribir una anécdota pre conocida: no deja de ser un gran cometido de gran complejidad que muestra gran maestría y oficio en el manejo del lenguaje, y que deja en herencia un magnífico poema que nos arroba en sus juegos contradictorios de, y entre, lo bello y lo monstruoso, algo que también pertenece a la vida; aquí se o emplea para inventar una nueva forma de uso del lenguaje: la sintaxis de la escucha de los grandes zapallos.

La estrofa final, sin ese hipérbaton salvaje, sería en prosa directa:

Adentro del anillo del verano, una vez, los grandes zapallos, obscuros de pesadas gotas, escuchan, de eso, de lo que solicitándose mucho, de lo lleno, estirando sus plantas conmovedoras.

Sí, igualito pero muy distinto. En fin.

Y hasta la comprensión se ha entorpecido, porque, simplificada, se eliminaron las resonancias internas que la propia escucha produce. Esa, en la versión deshiperbatonizada, es pura escucha, tal vez, pero no la escucha terrible de eso, que a los propios grandes zapallos conmueve, forma, y deja oscuros, llenos de eso, hechos de pesadas gotas, porque escuchan lo terrible, y escuchándolo, lo ven, como eso que es: un sonido luminoso encima.

La sintaxis correcta, la que va más allá de lo permisible según Alonso, en cambio, es una que hace lo adecuado y por hacerlo adecuadamente forma al escuchante, y por ser correcta es, que no lo es al modo de la sintaxis nuestra cuando estandarizada y académica.

Re leído, en una sintaxis re arreglada ligeramente distinta, y didáctica:

Dónde: adentro del anillo del verano.
Cuándo: una vez.
Quiénes: los grandes zapallos,
Cómo son: obscuros de pesadas gotas.
Qué hacen: escuchan.
Con qué y cómo escuchan: estirando sus plantas conmovedoras.
Qué escuchan: de eso.
Y qué es eso que escuchan: lo lleno.
Y si es lo lleno, entonces también: es lo que debe solicitarse mucho y en todo momento, y en el acto de solicitárselo; de lo que solicitándose mucho.

Mi padre me habría dicho: más claro échenle agua. Y habría agregado, pero lo poético, su significado poético completo, fue destruido.

Neruda, le echó agua, y llegó a la sintaxis dinámica, constituyente tanto de la escucha como del resultado de la escucha. A un resultado mucho más claro, poéticamente mucho más luminoso, y oscuro. Que se lea la estrofa final, con sus dos o tres hipérbaton incluidos, y algunos verbos ausentes, en acciones escamoteadas:

En la sintaxis del hablante sabio que imita (= crea, construye) la sintaxis de la escucha:

Adentro del anillo del verano
una vez los grandes zapallos escuchan,
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho,
de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.

Por ejemplo el verbo, y quedan, puede agregarse entre “de lo lleno”, y “obscuros de pesadas gotas”. Y por supuesto que “de eso” es = a “de lo lleno”, y el verbo “y perciben”, puede explicitarse como antepuesto a “de lo lleno”, (También es figura literaria escamotear palabras).

Pero es, la que finalmente se impone, la sintaxis de la escucha la que constituye el triunfo último de un nuevo poetizar: aquel que respeta la sintaxis de lo referido: la construye, la crea desde lo posible.

Si alguien quiere ejemplos: lea monólogos interiores. ¿Reclamaría alguien de las sintaxis usadas o las afirmaría como aciertos?

Y la estrofa final, al no ser un monólogo, sino lo que el hablante sabio dice, que los grandes zapallos hacen, adquiere un grado de complejidad significativa superior: el hablante lírico, ahora sabio, de ‘Galope muerto’, al usar la sintaxis de la escucha, obviamente que nos dice: Sé la respuesta, pero me conmueve de tal manera, que sólo soy capaz de dar un ejemplo en la sintaxis de los grandes zapallos. (Como esa tal sintaxis no existe, el hablante la inventa para nosotros).

Y tenemos al hablante de ‘Galope muerto’ absolutamente fuera del laberinto en que parecía estar. Un magnífico éxito de Neruda. Un tremendo acierto en la poetización.



Primera conclusión desde un análisis en proceso de publicación.


Y ahora que ya sabemos la respuesta a qué es ‘Galope muerto’, a qué refiere, la podemos explicitar:

Esa respuesta dice: ‘Galope muerto’ es:



“Como cenizas, como mares poblándose,
en la sumergida lentitud, en lo informe,
o como se oyen desde el alto de los caminos
cruzar las campanadas en cruz,
teniendo ese sonido ya aparte del metal,
confuso, pesando, haciéndose polvo
en el mismo molino de las formas demasiado lejos,
o recordadas o no vistas,
y el perfume de las ciruelas que rodando a tierra
se pudren en el tiempo, infinitamente verdes.
               
Aquello todo tan rápido, tan viviente,
inmóvil sin embargo, como la polea loca en sí misma,
esas ruedas de los motores, en fin.
Existiendo como las puntadas secas en las costuras del árbol,
callado, por alrededor, de tal modo,
mezclando todos los limbos sus colas.
Es que de dónde, por dónde, en qué orilla?
El rodeo constante, incierto, tan mudo,
como las lilas alrededor del convento,
o la llegada de la muerte a la lengua del buey
que cae a tumbos, guardabajo, y cuyos cuernos quieren sonar.
     
Por eso, en lo inmóvil, deteniéndose, percibir,
entonces, como aleteo inmenso, encima,
como abejas muertas o números,
ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar,
en multitudes, en lágrimas saliendo apenas,
y esfuerzos humanos, tormentas,
acciones negras descubiertas de repente
como hielos, desorden vasto,
oceánico, para mí que entro cantando
como con una espada entre indefensos.
               
Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas
que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?
Ese sonido ya tan largo
que cae listando de piedras los caminos,
más bien, cuando sólo una hora
crece de improviso, extendiéndose sin tregua.
                
Adentro del anillo del verano
una vez los grandes zapallos escuchan,
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho,
de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.”



Y el poema ha quedado circularizado, y auto contenido, auto envuelto: su pregunta, su búsqueda, es su propio ser. La respuesta a ‘Galope muerto’, se encuentra en ‘Galope muerto’, en sus mismas palabras y orden.

Pero esta nueva lectura, forzada por el propio poema, nos hace avanzar a otro limbo, (uno que a mí, cuando me dejo llevar, me hace, a veces, temblar la voz. Pero yo soy un poco sensiblero):

Esta circularidad auto impuesta por el poema, es lo que conduce a pensarlo como una cinta de Moebius, o mejor aún, una serpiente de Moebius, más bien, un Dragón de Moebius, puesto que puede ser leído, y debe ser leído en cinco vueltas, por cada uno de sus modos:




Otras conclusiones provisionales del análisis de ‘Galope Muerto’.


Y en este nuevo ámbito ya más lleno de contenido formante y forma significadora podemos, tímidamente, aventurar cuatro tesis:

C.1) Hay un ‘Galope muerto’ como su propia (re) lectura que nos abre a la acción: No hay comparación sin referencia de lo comparado.

C.2) Hay un ‘Galope muerto’ como forma significadora actuante: El arte poética.

C.3) Hay un ‘Galope muerto’ como contenido formado: La vida. (En la naturaleza y en la sociedad), y,

C.4) Hay un ‘Galope muerto’ como respuesta al misterio: Los sacerdotes del oráculo, todos los que hemos leído, dan su veredicto, aunque den veredictos significativamente distintos a los del propio hablante de ‘Galope muerto’. Si llevan, esas respuestas, a una acción conformante, serán válidas, en uno de los momentos de la propia lógica del poema. En su momento oracular.

Y ciertamente que hay un C.5) que se insinuará en los apéndices. (Y hasta un C.6).

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Con este apartado se da por terminado el análisis textual de ‘Galope muerto’. Lo que en propiedad significa que recién se está en condiciones de comenzar a realizar el análisis de ‘Galope muerto’, sin dar saltos mortales, ni inventar lo que el poema se cree que dice pero no dice.

Vendrían análisis como:

-La intratextualidad en Galope muerto.

- Las intertextualidades en Galope muerto.

- La base sonora de Galope muerto: unión en sonoridad y significado.

- Juegos literarios en Galope muerto.

- 6 posibles y obligadas lecturas de Galope muerto: ese dragón de Moebius.

- Comentario a Galope muerto.

- La estructura de Galope muerto.

- El ritmo global de Galope muerto tomado de las odas de Fray Luis de León.

- El uso de la adjetivación en Galope muerto tomado de San Juan de la Cruz.

- Resonancias del Nocturno de José Asunción Silva en Galope muerto.

- Apropiación de simbología universal en Galope muerto.

- Simbología propia de Neruda en Galope muerto.

- Los dos planos estructurales existentes en Galope muerto: esencia y apariencia.

- Galope muerto como intertextualidad del “Así habló Zaratustra” de Nietzsche.

- El hablante de Galope muerto: un hablante que cambia de piel y se enmascara de acuerdo al momento del desarrollo del poema.

- El ritmo y la espacialización de Galope muerto adaptado a los cambios de piel del hablante del poema

- La incorporación del lector residenciario a Galope muerto.

- La distorsión sintáctica en Galope muerto como recurso poético.

- Galope muerto: un ejemplo paradigmático de cómo leer mal un poema.

- El atrapamiento de lo poético en Galope muerto.

- Galope muerto como espejo de la vida del joven Neruda.

- Las intertextualidades de Galope muerto desde “Así habló Zaratustra” de Friedrich Nietzsche.

- Tablas de doble entrada para fijar el análisis de los contenidos formados de Galope muerto de acuerdo a su relación antitética estructurante.

- Galope muerto: en la voz de un hablante ateo, materialista y anarquista romántico.

- Galope muerto como artepoética en general y artepoética de sí mismo: metapoesía en Galope muerto.

- El problema de la trascendencia en Galope muerto.

- Galope muerto como base estructural de Residencia en la tierra 1

- Algo y qué de Schopenhauer en Galope muerto?

- Galope muerto como poema vanguardista simbólico.

- Galope muerto no es un poema surrealista, ni onírico, ni delírico, ni formado de asociaciones libres.

- Galope muerto, tal vez el poema más complejo de toda la literatura chilena.



Es decir, vendría el libro que sigue sin publicar. Pero, al menos, algunas de aquellas cuestiones ya han sido mencionadas y divulgadas en entradas anteriores al blog.

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En esta entrega se completó el análisis textual del poema. Se argumenta la necesidad, a veces, de forzar la sintaxis de acuerdo al contenido formado del texto, que posibilite precisamente la formación de ese contenido. Se explicitó que los grandes zapallos no son zapallos grandes ni cucurbitáceas americanas, sino los agentes de la escucha terrible.
Se enunciaron los desarrollos posteriores que la lectura textual apunta, sugiere, encamina y posibilita.



Fernando Reyes Franzani
Santiago, 12 de Octubre de 2011


... obscuros de pesadas gotas.

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