miércoles, 12 de octubre de 2011

“Adentro del anillo del verano…” ‘Galope muerto’. Análisis textual de quinta y final estrofa. por fernando reyes franzani.

Adentro del anillo del verano ...







“Adentro del anillo del verano…” ‘Galope muerto’. Análisis textual de quinta y final estrofa. por fernando reyes franzani.



una vez los grandes zapallos escuchan,







Quinta y final estrofa de ‘Galope muerto’, análisis textual.



fernando reyes franzani




Continuación, y final, de los análisis textuales sobre ‘Galope muerto’ para quedar en condiciones de comenzar a realizar otros análisis literarios derivados sobre el poema sin inventar ni dar saltos mortales.



El escuchador-hablante sabio:                                               (Quinta estrofa, y final)



Para enunciar el final, el hablante residenciario cambia otra vez de piel. Ya no será un hablante oracular, ni uno subjetivo, ni uno narrativo. Se aparecerá como un escuchador-hablante sabio, obvio que otra vez oscuramente sabio, pero representante de otros, y dirá, con una nueva sintaxis:


Adentro del anillo del verano
una vez los grandes zapallos escuchan,
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho,
de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.”


                                                                    en un final magnífico, brillante, imposible de ser superado, que pasamos a analizar. Parte de su magnificencia proviene de su decir solemne, anticlimático, reposado, y de su sintaxis descoyuntada: la sintaxis de la escucha.

Por supuesto que no contiene la respuesta diferida. Eso habría sido espantoso. Un desastre. Ya lo sabemos. Y la contiene también: pero no en las palabras del hablante, ni de modo directo: al contrario, en el modo más subrepticio posible.

Todas esas circularidades del inicio, todas esas imágenes de envolvimiento, ahora reaparecen adentro del anillo del verano: en la estación de la plenitud, adentro de su anillo. ‘Galope muerto’ es un poema muy autoreferente, nunca será mucho repetirlo: debidamente autoreferente, como la poesía debe ser. Y es en la estación de la plenitud, porque estamos en la plenitud del poema.
Y lo que ocurre adentro de esta nueva estructura envolvente es que: una vez los grandes zapallos escuchan, donde no existe error sintáctico que admitir. No es una vez los grandes zapallos escucharon, es propiamente escuchan, porque es en presente: cada vez que leemos ‘Galope muerto’, en ese momento, en esa vez, los grandes zapallos escuchan, ahora escuchan, esta vez, siempre será una vez en el eterno presente de ‘Galope muerto’, cuando éste es activado, transformado en un galope vivo.

Y esos grandes zapallos no son las cucurbitáceas americanas; esas podrían ser zapallos grandes, o pequeños, o amarillos, o lo que se quiera. Estos son grandes zapallos. Primer adjetivo prepuesto. Al tamaño de su misión, el tamaño de su grandeza. No cabe la menor duda, que estos grandes zapallos cumplen el mismo rol que los ángeles terribles se encargan de soportar en la ‘Primera Elegía del Duino’. Segundo momento para volver a pensar que el demiurgo del hablante residenciario leyó esa ‘Primera Elegía del Duino’.

El hablante residenciario adoptó la actitud de escucha, de percibir, y no fue capaz de leer, a pesar que vio. Los grandes zapallos ejecutan esa misión frustrada. El hablante residenciario no pudo, pero sabe que alguien puede: los grandes zapallos.

Tened mucho cuidado lectores de ‘Galope muerto’, de no tocar esos grandes zapallos, podríais ser aniquilados. Y es por eso que los grandes zapallos escuchan; no ven, no dicen; escuchan lo terrible, lo innominado hasta ahora, lo referido por el oráculo. Pero ellos no hablan. Lo referido por el poema en la coda no es un hablar, es un escuchar.

Allá en Duino, los ángeles terribles son seres inmateriales. En ‘Galope muerto’ los seres inmateriales no existen de modo trascendente. Por eso es que son seres terribles, sí, pero materiales: grandes zapallos. (Existentes sólo en lo imaginario). Ellos cumplen la misión de la escucha. Ellos son la escucha misma: la escucha que de verdad percibe.

¿Y cómo escuchan?: estirando sus plantas conmovedoras, unas plantas que conmueven, que se ponen en contacto de escucha con lo terrible. Que si a nosotros nos tocaran, esas plantas, y ya sabemos que somos entes de ‘Galope muerto’ también, porque fuimos incorporados a él, nos aniquilarían, porque son plantas conmovedoras, y los son: porque son los órganos de escuchar lo terrible, de lo que conmueve.

¿Y qué escuchan? Sino de eso, de lo que está hecho ese sonido ya tan largo, ese sonido luminoso, símbolo final de lo buscado. Por eso, en de eso, en la palabra eso, está contenido otra vez, y ahora sí, todo el poema. Con la misma función del Por eso, al inicio de la tercera estrofa. Pero ahora con un significado, finalmente totalizante, pues, estamos en la hora de la plenitud.

Escuchan de eso, de lo que solicitándose mucho, y ya sabemos, porque lo dijo el oráculo, que eso, ya nuestra búsqueda también, es algo que se busca mucho, que se solicita mucho, que listaría luminosamente de piedras, (lo pesado), nuestros caminos.

Escuchan de eso, de lo lleno, y no cabe la menor duda que lo lleno, por su plenitud es lleno, (lo opuesto a lo vano, lo vacío), y es otra vez, el mismo símbolo del sonido ya tan largo, y son, por tanto, los grandes zapallos, obscuros, tan llenos de eso, que son obscuros, puesto que lo buscado es obscuro, pesado como las piedras que listan, y no cabe otra salida que los grandes zapallos por ser capaces de escuchar de eso, son obscuros de pesadas gotas: es decir, llenos de eso. Llenos del misterio, símbolos de la escucha, símbolos de vida trascendente natural.

La sintaxis es la sintaxis de la escucha. Los grandes zapallos son los seres capaces de la escucha, de ponerse en contacto con lo misterioso y terrible. Sus órganos son sus plantas conmovedoras, sus plantas terribles, y lo que escuchan es lo lleno, lo misterioso, lo terrible, ese sonido ya tan largo, esa luz sonora, esa sonoridad luminosa, escuchan de eso; de lo que es: esa luminosidad sonora y aromática.

Por eso que ellos mismos son obscuros de pesadas gotas. Obscuros para no ser cegados, llenos de plenitud; Obscuros para no ser ensordecidos, (recordar que en ‘Galope muerto’, luz y sonido, no son más que un único símbolo, el de la plenitud, lo misterioso de la vida, lo terrible de la vida, ¡la vida misma!), llenos de plenitud.

Obscuros, finalmente, porque no irradian: ellos, los grandes zapallos, escuchan, pero no comunican, no conocen nuestro lenguaje, nuestro lenguaje molino de formas, donde lo comunicado queda confuso, oscuro, (pero) pesando, mudo como las puntadas secas en las costuras del árbol.
Conclusión: saber que los grandes zapallos escuchan, agrega, pero no nos resuelve el problema oracular: seguimos, ahora nosotros nuevamente, de intérpretes. ¿Seremos capaces?

El hablante sabio, ha usado la sintaxis, ha inventado la sintaxis, de la escucha que los grandes zapallos realizan, de allí el desmadejamiento, el descoyuntamiento de ella, y por eso, además, que es aquí, por primera vez en ‘Galope muerto’, que aparecen los únicos adjetivos prepuestos, el lugar no preferido de San Juan de la Cruz para colocar adjetivos: recordándonos que él es el santo que en poesía escucha el misterio al cual quiere rendirse. El Santo escucha lo sagrado religioso: lo divino. Los grandes zapallos escucha los sagrado material: la vida en su despliegue: la oposición en la emulación se signa en la posición de los calificativos.

El hablante ha venido usando el lugar preferido de San Juan de la Cruz para situar los adjetivos, y emulando el no uso de ellos cuando necesario. Que en el momento más significativo contradiga al maestro, es muestra de suprema emulación, pues solo se contradice aquello que es importante; y más aún cuando se lo hace por la vía reafirmativa de usar adjetivos pre puestos que no son epítetos. La nieve es blanca: ‘la blanca nieve’. En cambio, los zapallos pueden ser hasta pequeños. Y las gotas de suyo no son pesadas.

Así, y por eso, los grandes zapallos son en ‘Galope muerto’ los agentes de la escucha, como en la primera del Duino, lo son los ángeles terribles. Allá seres inmateriales, pura conciencia, pura intuición, pura escucha; acá, seres materiales, puras grandes gotas, pura vida plena, pura vida plena material no sujeta a la muerte,
en lo imaginario del poema.

Los dos adjetivos referidos: GRANDES zapallos, hechos de PESADAS gotas; pesadas porque son grandes. En ‘Galope muerto’, es el uso de los adjetivos lo que signa los momentos de mayor referencia auto estructural, de sapiencia, de poema que se auto refiere, que se auto muerde la cola: de serpiente de Moebius. (Y en algún anexo, para quienes no sepan lo de la cinta de Moebius, recordaré algunas cosas).

Por eso es que el poeta que irrumpe entre los indefensos, irrumpe con una espada, aquello que cuida la sabiduría ante nosotros los desterrados, sin espada, por lo cual es que somos indefensos. (Ojo, espada que nos fue transferida en el momento oracular, ¿sabremos usarla?).

¿Y qué con el otro adjetivo del momento de la sabiduría escuchante?: los órganos de la escucha de los grandes zapallos son sus plantas CONMOVEDORAS. En posición post puesta.

¿Curioso, no? Si la resolución de los problemas poéticos fuera puramente sujeta al imperio de una regla mecánica, el adjetivo debiera haber aparecido antes del sustantivo. Así cualquiera sería poeta.

Pero el hablante de ‘Galope muerto’, hecho hablante sabio, realiza el hipérbaton, post pone el adjetivo, a sabiendas que el intelecto del lector ejecutará esa operación en su entendimiento de reversión, y entenderá bien.

Si se lo hubiera ante puesto como en conmovedoras plantas, diría lo que no se debe entender: plantas que a nosotros nos conmueven, nos llevan a la misericordia. Un error.

Con plantas conmovedoras, indica que son ellas órganos capaces de percibir la conmoción, y por tanto son ellas las que se conmueven ante lo terrible, ante la plenitud de la vida, son ellas las inmisericordes que conmueven, y a nosotros son capaces de estremecernos.

Y si las tocáramos, nosotros, ya que hemos sido incorporados al poema, también nos conmoveríamos, y seríamos aniquilados, nos haríamos plenamente imaginarios, habríamos sido absorbidos plenamente por ‘Galope muerto’, y seríamos seres muertos plenamente vivos, y plenamente imaginarios ya no existiríamos del lado de acá: Obvio que esto no es posible. Conclusión: no tengamos miedo, no los podemos tocar a los grandes zapallos, no podemos participar, de ese modo, de su escucha.

‘Galope muerto’ nos dice: alguien escucha, alguien sabe escuchar, por tanto también tú, ustedes, podrían hacerlo, tan solo si se hacen como los grandes zapallos. Bueno, eso ya lo sabemos desde el momento oracular. ¿Podremos hacernos como los grandes zapallos? Está por verse: porque para el hablante de ‘Galope muerto’ la vida tiene un sentido, pero este (su sentido) no es trascendente a ella, (la vida), por el contrario debe serle adscrito por el hacer: así como en el poema los grandes zapallos hacen escuchando, se auto hacen como vida natural plena.

(Para algunos creyentes éste es un sin sentido: pero este parecer solo explicita el imperialismo evangélico del pensamiento de algunos creyentes, y nada de contradicción verdadera, explicita su vivir en la metafísica, sobretodo en el platonismo, no en el mundo terreno en que todos, hasta ellos, vivimos).

Hemos, al parecer, pasado del leer, a la exigencia del actuar a través del escuchar. Porque los grandes zapallos actúan al estirar sus plantas conmovedoras, y quedan llenos de eso, al escuchar, y son obscuros de pesadas gotas. Pero esto lo dejaremos para más adelante.

En la lectura de esta última estrofa de ‘Galope muerto’ se ha detectado, con propiedad, otro hipérbaton, al interior de esta, igualmente detectada sintaxis deliberadamente inconexa, arbitraria, embrionaria, (la sintaxis de la escucha, del percibir), lo cual se ha calificado, otra vez con gran propiedad, como una “contorsión sintáctica no practicada siquiera por Góngora”.

Allá se la practica al interior de metáforas para poder no solo hacerlas sino además domesticarlas al interior de versos métricos, perfectamente rítmicos y rimados de modo misterioso, casi natural, para re escribir una anécdota pre conocida: no deja de ser un gran cometido de gran complejidad que muestra gran maestría y oficio en el manejo del lenguaje, y que deja en herencia un magnífico poema que nos arroba en sus juegos contradictorios de, y entre, lo bello y lo monstruoso, algo que también pertenece a la vida; aquí se o emplea para inventar una nueva forma de uso del lenguaje: la sintaxis de la escucha de los grandes zapallos.

La estrofa final, sin ese hipérbaton salvaje, sería en prosa directa:

Adentro del anillo del verano, una vez, los grandes zapallos, obscuros de pesadas gotas, escuchan, de eso, de lo que solicitándose mucho, de lo lleno, estirando sus plantas conmovedoras.

Sí, igualito pero muy distinto. En fin.

Y hasta la comprensión se ha entorpecido, porque, simplificada, se eliminaron las resonancias internas que la propia escucha produce. Esa, en la versión deshiperbatonizada, es pura escucha, tal vez, pero no la escucha terrible de eso, que a los propios grandes zapallos conmueve, forma, y deja oscuros, llenos de eso, hechos de pesadas gotas, porque escuchan lo terrible, y escuchándolo, lo ven, como eso que es: un sonido luminoso encima.

La sintaxis correcta, la que va más allá de lo permisible según Alonso, en cambio, es una que hace lo adecuado y por hacerlo adecuadamente forma al escuchante, y por ser correcta es, que no lo es al modo de la sintaxis nuestra cuando estandarizada y académica.

Re leído, en una sintaxis re arreglada ligeramente distinta, y didáctica:

Dónde: adentro del anillo del verano.
Cuándo: una vez.
Quiénes: los grandes zapallos,
Cómo son: obscuros de pesadas gotas.
Qué hacen: escuchan.
Con qué y cómo escuchan: estirando sus plantas conmovedoras.
Qué escuchan: de eso.
Y qué es eso que escuchan: lo lleno.
Y si es lo lleno, entonces también: es lo que debe solicitarse mucho y en todo momento, y en el acto de solicitárselo; de lo que solicitándose mucho.

Mi padre me habría dicho: más claro échenle agua. Y habría agregado, pero lo poético, su significado poético completo, fue destruido.

Neruda, le echó agua, y llegó a la sintaxis dinámica, constituyente tanto de la escucha como del resultado de la escucha. A un resultado mucho más claro, poéticamente mucho más luminoso, y oscuro. Que se lea la estrofa final, con sus dos o tres hipérbaton incluidos, y algunos verbos ausentes, en acciones escamoteadas:

En la sintaxis del hablante sabio que imita (= crea, construye) la sintaxis de la escucha:

Adentro del anillo del verano
una vez los grandes zapallos escuchan,
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho,
de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.

Por ejemplo el verbo, y quedan, puede agregarse entre “de lo lleno”, y “obscuros de pesadas gotas”. Y por supuesto que “de eso” es = a “de lo lleno”, y el verbo “y perciben”, puede explicitarse como antepuesto a “de lo lleno”, (También es figura literaria escamotear palabras).

Pero es, la que finalmente se impone, la sintaxis de la escucha la que constituye el triunfo último de un nuevo poetizar: aquel que respeta la sintaxis de lo referido: la construye, la crea desde lo posible.

Si alguien quiere ejemplos: lea monólogos interiores. ¿Reclamaría alguien de las sintaxis usadas o las afirmaría como aciertos?

Y la estrofa final, al no ser un monólogo, sino lo que el hablante sabio dice, que los grandes zapallos hacen, adquiere un grado de complejidad significativa superior: el hablante lírico, ahora sabio, de ‘Galope muerto’, al usar la sintaxis de la escucha, obviamente que nos dice: Sé la respuesta, pero me conmueve de tal manera, que sólo soy capaz de dar un ejemplo en la sintaxis de los grandes zapallos. (Como esa tal sintaxis no existe, el hablante la inventa para nosotros).

Y tenemos al hablante de ‘Galope muerto’ absolutamente fuera del laberinto en que parecía estar. Un magnífico éxito de Neruda. Un tremendo acierto en la poetización.



Primera conclusión desde un análisis en proceso de publicación.


Y ahora que ya sabemos la respuesta a qué es ‘Galope muerto’, a qué refiere, la podemos explicitar:

Esa respuesta dice: ‘Galope muerto’ es:



“Como cenizas, como mares poblándose,
en la sumergida lentitud, en lo informe,
o como se oyen desde el alto de los caminos
cruzar las campanadas en cruz,
teniendo ese sonido ya aparte del metal,
confuso, pesando, haciéndose polvo
en el mismo molino de las formas demasiado lejos,
o recordadas o no vistas,
y el perfume de las ciruelas que rodando a tierra
se pudren en el tiempo, infinitamente verdes.
               
Aquello todo tan rápido, tan viviente,
inmóvil sin embargo, como la polea loca en sí misma,
esas ruedas de los motores, en fin.
Existiendo como las puntadas secas en las costuras del árbol,
callado, por alrededor, de tal modo,
mezclando todos los limbos sus colas.
Es que de dónde, por dónde, en qué orilla?
El rodeo constante, incierto, tan mudo,
como las lilas alrededor del convento,
o la llegada de la muerte a la lengua del buey
que cae a tumbos, guardabajo, y cuyos cuernos quieren sonar.
     
Por eso, en lo inmóvil, deteniéndose, percibir,
entonces, como aleteo inmenso, encima,
como abejas muertas o números,
ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar,
en multitudes, en lágrimas saliendo apenas,
y esfuerzos humanos, tormentas,
acciones negras descubiertas de repente
como hielos, desorden vasto,
oceánico, para mí que entro cantando
como con una espada entre indefensos.
               
Ahora bien, de qué está hecho ese surgir de palomas
que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?
Ese sonido ya tan largo
que cae listando de piedras los caminos,
más bien, cuando sólo una hora
crece de improviso, extendiéndose sin tregua.
                
Adentro del anillo del verano
una vez los grandes zapallos escuchan,
estirando sus plantas conmovedoras,
de eso, de lo que solicitándose mucho,
de lo lleno, obscuros de pesadas gotas.”



Y el poema ha quedado circularizado, y auto contenido, auto envuelto: su pregunta, su búsqueda, es su propio ser. La respuesta a ‘Galope muerto’, se encuentra en ‘Galope muerto’, en sus mismas palabras y orden.

Pero esta nueva lectura, forzada por el propio poema, nos hace avanzar a otro limbo, (uno que a mí, cuando me dejo llevar, me hace, a veces, temblar la voz. Pero yo soy un poco sensiblero):

Esta circularidad auto impuesta por el poema, es lo que conduce a pensarlo como una cinta de Moebius, o mejor aún, una serpiente de Moebius, más bien, un Dragón de Moebius, puesto que puede ser leído, y debe ser leído en cinco vueltas, por cada uno de sus modos:




Otras conclusiones provisionales del análisis de ‘Galope Muerto’.


Y en este nuevo ámbito ya más lleno de contenido formante y forma significadora podemos, tímidamente, aventurar cuatro tesis:

C.1) Hay un ‘Galope muerto’ como su propia (re) lectura que nos abre a la acción: No hay comparación sin referencia de lo comparado.

C.2) Hay un ‘Galope muerto’ como forma significadora actuante: El arte poética.

C.3) Hay un ‘Galope muerto’ como contenido formado: La vida. (En la naturaleza y en la sociedad), y,

C.4) Hay un ‘Galope muerto’ como respuesta al misterio: Los sacerdotes del oráculo, todos los que hemos leído, dan su veredicto, aunque den veredictos significativamente distintos a los del propio hablante de ‘Galope muerto’. Si llevan, esas respuestas, a una acción conformante, serán válidas, en uno de los momentos de la propia lógica del poema. En su momento oracular.

Y ciertamente que hay un C.5) que se insinuará en los apéndices. (Y hasta un C.6).

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Con este apartado se da por terminado el análisis textual de ‘Galope muerto’. Lo que en propiedad significa que recién se está en condiciones de comenzar a realizar el análisis de ‘Galope muerto’, sin dar saltos mortales, ni inventar lo que el poema se cree que dice pero no dice.

Vendrían análisis como:

-La intratextualidad en Galope muerto.

- Las intertextualidades en Galope muerto.

- La base sonora de Galope muerto: unión en sonoridad y significado.

- Juegos literarios en Galope muerto.

- 6 posibles y obligadas lecturas de Galope muerto: ese dragón de Moebius.

- Comentario a Galope muerto.

- La estructura de Galope muerto.

- El ritmo global de Galope muerto tomado de las odas de Fray Luis de León.

- El uso de la adjetivación en Galope muerto tomado de San Juan de la Cruz.

- Resonancias del Nocturno de José Asunción Silva en Galope muerto.

- Apropiación de simbología universal en Galope muerto.

- Simbología propia de Neruda en Galope muerto.

- Los dos planos estructurales existentes en Galope muerto: esencia y apariencia.

- Galope muerto como intertextualidad del “Así habló Zaratustra” de Nietzsche.

- El hablante de Galope muerto: un hablante que cambia de piel y se enmascara de acuerdo al momento del desarrollo del poema.

- El ritmo y la espacialización de Galope muerto adaptado a los cambios de piel del hablante del poema

- La incorporación del lector residenciario a Galope muerto.

- La distorsión sintáctica en Galope muerto como recurso poético.

- Galope muerto: un ejemplo paradigmático de cómo leer mal un poema.

- El atrapamiento de lo poético en Galope muerto.

- Galope muerto como espejo de la vida del joven Neruda.

- Las intertextualidades de Galope muerto desde “Así habló Zaratustra” de Friedrich Nietzsche.

- Tablas de doble entrada para fijar el análisis de los contenidos formados de Galope muerto de acuerdo a su relación antitética estructurante.

- Galope muerto: en la voz de un hablante ateo, materialista y anarquista romántico.

- Galope muerto como artepoética en general y artepoética de sí mismo: metapoesía en Galope muerto.

- El problema de la trascendencia en Galope muerto.

- Galope muerto como base estructural de Residencia en la tierra 1

- Algo y qué de Schopenhauer en Galope muerto?

- Galope muerto como poema vanguardista simbólico.

- Galope muerto no es un poema surrealista, ni onírico, ni delírico, ni formado de asociaciones libres.

- Galope muerto, tal vez el poema más complejo de toda la literatura chilena.



Es decir, vendría el libro que sigue sin publicar. Pero, al menos, algunas de aquellas cuestiones ya han sido mencionadas y divulgadas en entradas anteriores al blog.

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En esta entrega se completó el análisis textual del poema. Se argumenta la necesidad, a veces, de forzar la sintaxis de acuerdo al contenido formado del texto, que posibilite precisamente la formación de ese contenido. Se explicitó que los grandes zapallos no son zapallos grandes ni cucurbitáceas americanas, sino los agentes de la escucha terrible.
Se enunciaron los desarrollos posteriores que la lectura textual apunta, sugiere, encamina y posibilita.



Fernando Reyes Franzani
Santiago, 12 de Octubre de 2011


... obscuros de pesadas gotas.

martes, 11 de octubre de 2011

“… de qué está hecho ese surgir de palomas…” GALOPE MUERTO, cuarta estrofa, RESIDENCIA EN LA TIERRA 1, análisis de fernando reyes franzani.


Neruda joven




“… de qué está hecho ese surgir de palomas…” GALOPE MUERTO, cuarta estrofa, RESIDENCIA EN LA TIERRA 1, análisis de fernando reyes franzani.









GALOPE MUERTO: Análisis textual de la cuarta estrofa.


por fernando reyes franzani





El análisis textual de la tercera estrofa finalizaba con:

Quote

Y concluye, el hablante residenciario de ‘Galope Muerto’, regresando a su subjetividad misma, con la explicitación de su sentir sobre lo referido: éste es un desorden vasto, es decir, inmenso, indudablemente que lo es, puesto que no lo ha podido abarcar, tan inmenso, que lo declara igualmente, oceánico, al menos para él lo es, (que existan a la vez la vida, y que su desarrollo implique la muerte de la conciencia que desde la misma naturaleza emana), y así lo explicita, aún más inmenso: un desorden oceánico;


                                                                    para mí que entro cantando
como con una espada entre indefensos.”


                                                                    y es el final de la tercera estrofa. (Y el inicio del tercer momento clave estructural).

Hay algunos que con mucho descuido, han interpretado esta declaración del hablante sobre el desorden vasto, oceánico, para mí que entro cantando, un afirmar el hablante que es para él la misión de desentrañar, de aclarar, de ordenar; y aún otros, han agregado, que ya que él se declara poeta, al decir que entra cantando, que es para la poesía esta misión, y que solo la poesía en sí, el hablante considera, es capaz de aquello.

Eso, en el peor de los casos: es pura tontería. En el mejor: es la manida salida de sugerir, que en los poetas modernos, y sobre todo en los ateos, la poesía es una religión.

En algunos casos eso puede ser así. Pero en ‘Galope muerto’, no es ni lo uno, ni lo otro. Salvo que estemos sugiriendo que el hablante de ‘Galope muerto’ es un hablante torpe, que contradice lo que, en apenas cuatro versos atrás, declaró tan enfático: “ay, lo que mi corazón pálido no puede abarcar”.

No, y no. Desorden vasto, oceánico, para mí que entro cantando, es, toda una auto acusación, un otra vez reconocer su incapacidad, puesto que su corazón, ante este aspecto de la realidad residenciaria, es pálido. (En verdad es como si dijera: y esto me pasa precisamente a mí, que soy poeta, que debiera ser capaz de abarcar, y no lo soy, ya lo dije, ¡es el colmo que me pase!)

Él ha presentado el hecho. Él debiera resolverlo. Él no es capaz, a pesar que él es poeta; y además ¡es el hablante!

Así lo reconoce de modo tremendamente honrado, con humildad, sin falso orgullo: y de paso, es obvio que afirma, por tanto, la incapacidad de la poesía. (¿Será todo esto así, tan neto, o hay ulteriores sutilezas?).

La poesía no es la Religión del hablante residenciario. Y que el hablante residenciario es un poeta, lo declara al decir que entra cantando, eufemismo disminuidor, humilde, de poetizar. (Para todo poeta de conciencia extremada, ¿y cuál no, es más excelsa la poesía culta que el cantar popular).

¿Y dónde entra, o ha entrado, y a través de qué?: Es en el propio ‘Galope muerto’, donde lo hace, y es a través de ‘Galope muerto’ mismo, y entre nosotros, los que estamos leyendo, activando a ‘Galope muerto’, los que somos, y con tremenda energía, orgullo y autosuficiencia, nos declara unos inocentes.

Entre nosotros, los inocentes, él ha entrado, como con una espada. Por lo que espada, pasa a ser aquí, en ‘Galope muerto’, un símbolo del propio poema, y un símbolo, en general, de poesía, y un símbolo, a la vez, de lo hasta ahora innominado. Un símbolo multi referente. Y es esa espada la que a nosotros ahora nos aqueja, como ya lo veremos. (A nosotros, como representantes de lo seres residenciarios, obvio).

Obsérvese, de paso, que ha aparecido la primera imagen guerrera: el hablante lírico entra como con una espada entre indefensos. Al parecer con algo está luchando.

Pero ya sabemos que el hablante residenciario se ha declarado incapaz de resolver el misterio. ¿Qué hace con esa espada?

Lo único que puede hacer es transferirla en su acepción simbólica de lo innominado. Y eso es precisamente lo que hará.

Para realizar esto, el hablante residenciario, que ya ha cambiado una vez de piel, de narrador objetivo, a hablante lírico, cambiará de piel otra vez, como sugerido por Nietzsche, puesto que toda sabiduría verdadera perece si no es capaz de cambiar de piel, o de hacerse “como cenizas” y renacer; de hacerse como la serpiente: la serpiente, la sabiduría, será, como a las puertas del paraíso, custodiada por la espada en manos de otro, y ahora, siguiendo a Heráclito, para quien “El Señor de la voz del oráculo, no afirma ni niega, solo presenta enigmas” se transformará en una voz oracular, un hablante oracular, un hablante en mitos, palabras divinamente inspiradas, divinidades revestidas de lo humano: esa será su tercera piel; y la espada quedará de nuestro lado, del lado de los inocentes, los que inocentemente nos hemos metido en ‘Galope Muerto’. (Completando el tercer momento estructurador, en no se sabe aún qué limbo).

La voz oracular debe ser interpretada, no por ella misma, sino por los oyentes, los que preguntan. Nosotros no habíamos preguntado nada, pero somos los oyentes. Por eso es que somos unos indefensos, pues, no habiendo preguntado, nos cabe a nosotros, por habernos metido en ‘Galope Muerto’, aceptar el reto de custodiar la espada. ¿Seremos capaces, o seremos tan incapaces como el hablante residenciario?

Como se trata de un misterio, el hablante residenciario, haciéndose una voz oracular, transfiere, desde el señor del oráculo, el problema a los “indefensos” que leen ‘Galope muerto’. Él no pudo. ¿Podremos nosotros los indefensos? ¿Podrá los inocentes residenciarios donde el hablante demiurgo no pudo? ¿Podrán las creaturas más que su creador?



El hablante oracular:                                                          (Cuarta estrofa)

Ahora bien,
                        (que vale por yo no pude, ¿podrán ustedes?)

                        de qué está hecho ese surgir de palomas
que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?
Ese sonido ya tan largo
que cae listando de piedras los caminos,
más bien, cuando sólo una hora
crece de improviso, extendiéndose sin tregua.

Continuamos ahora con el análisis textual de la cuarta estrofa, citada en bloque ahí inmediato arriba:


                                                                              ahí está enunciado el oráculo, el enigma. El mito a interpretar.

El hablante residenciario está saliendo, airoso diríamos, del laberinto en el que se metió, y sin dar la oreja:

A la verdad es que el oráculo no agrega mucho a lo que ya sabíamos, salvo su forma oracular: Una pregunta y dos afirmaciones, dirigidas a los lectores residenciarios.

De paso, no veo forma más envolvente de incorporar a los lectores del poema, que hacerlos actores del poema: y en eso estamos.

En la pregunta aparece un surgir de palomas. Ya sabemos que cuando el hablante residenciario adoptó la actitud de escucha, aquello que percibió fue un aleteo inmenso, encima: el signo. Ahora es lo mismo: pero bajo la forma más concreta de la imagen de un surgir de palomas.

Y la pregunta es: ¿de qué está hecho ese surgir de palomas? Ah, si pudiéramos responder, sabríamos de qué trata la espada. En la primera estrofa, ya lo vimos, lo asediado no era solo como lo sugerido, tenía de lo sugerido algo. Nada más natural por tanto que ahora pregunte no qué es, sino de qué está hecho, la substancialidad, de ese surgir de palomas.

Y ese surgir de palomas, ya no está encima, como el aleteo inmenso lo estaba, ahora existe, está, entre la noche y el tiempo, que vale tanto por lo encima, como territorio de lo terrible, de lo sagrado, pues, está entre lo oscuro y lo profundo, es decir, en lo inmenso, lo no conmensurable. ¡Es como si no hubiéramos avanzado nada! La noche, lo oscuro; el tiempo, lo profundo, la sumergida lentitud. (‘Galope muerto’ es un poema que no deja cabo suelto, que no dice nada por decir, tremendamente auto referente: lleno de intratextualidades).

Y agrega la pregunta, que ese surgir de palomas es como una barranca húmeda. Como vida surgiendo, que es como la vida ya surgida, y, obvio, ambas la ya surgida y la surgiendo están entre la noche y el tiempo, en lo oscuro y lo profundo: nada muy distinto de esos mares poblándose en la sumergida lentitud, en lo informe. Pero hay una interpretación textual más adecuada, la veremos más adelante.

Lo que se agregó de modo explícito es que ahora, como voz oracular, se nos pregunta de qué está hecho aquello. Bueno eso ya también lo sabemos: está hecho de un sonido luminoso. Y esto lo sabemos desde las primeras dos estrofas de ‘Galope muerto’, en especial desde la segunda. (Y además porque un surgir de paloma, en la base de la imagen, es un sonido luminoso, y es un aleteo inmenso encima, a menos que uno sea una de las palomas que surgen).

La pregunta oracular está realizada con significados que ya conocíamos, y con imágenes, otra vez, tomadas de los campos del sur de Chile: surgir de palomas, (aleteo inmenso), luz y sonido; barranca húmeda: lo verde y lo oscuro, lo seco y lo húmedo; tierra y agua, luz y sonido, y aire, y fuego en luz: todo el ámbito abarcado), y lo lleno de vida, otra vez luz y sonido. Pero todas imágenes tomadas de los valles del sur de Chile, tal vez de la cordillera de la costa. (En lo que va, definitivamente, el mundo residenciario es templado y mediterráneo).

En mi infancia en Vilches, en la cordillera de los Andes, en sus faldeos, había palomares. Y era un surgir de palomas, y era un aleteo inmenso encima cuando surgían o cuando volvían al alero. Y había barrancas húmedas en la cordillera de Nahuelbuta.

Con esas imágenes concretas se han construido las imágenes de la pregunta oracular. Y, como siempre, en contenidos formados de acuerdo a la forma estructurante de oposiciones dinámicas.

Y a la verdad es que la respuesta ya la conocemos: pero son un enigma: signos y más signos con carácter simbólico. Bueno, eso es lo que pasa con los oráculos. Pero el hablante residenciario se ha sacado el primer pillo.

Hay algunos analistas por ahí, que refieren esa pregunta: ¿de qué está hecho ese surgir de palomas que hay entre la noche y el tiempo, como una barranca húmeda?, como una pregunta que el hablante residenciario se realiza a sí mismo.

Al parecer, no han tomado nota que ya el hablante residenciario se dio por superado cuando refirió su corazón, como un corazón pálido incapaz de abarcar.

Si fuera una pregunta hecha a sí mismo no sería más que una pregunta retórica, descartable, sin utilidad: un mero alargar el poema. La pregunta de un débil mental, o de un poeta carente de oficio, dado a las meras preciosidades.

El mismo ya no puede esperar de sí mismo una respuesta que aporte algo sustantivo. Y un buen poema, no es una pura palabrería sonante. Si llegara a encontrar una respuesta sustantiva, él, y la comunicara, entonces la tercera estrofa está mal escrita. Debe escribirla de nuevo. Pero es lo que está escrito. Tiene un corazón pálido! No hay vuelta atrás.

Por tanto la pregunta no se la dirige a sí mismo. Ya lo sabemos: la dirige a nosotros, a los indefensos, y es realizada por el hablante en su piel oracular. En fin, no es más que otra muestra del descuido con que ‘Galope muerto’ ha sido leído ese siquiera insinuar que tal vez se la auto dirigió el hablante a sí mismo.


La primera afirmación oracular fue, y ciertamente a modo de ayuda para responder la pregunta: este al parecer es un oráculo amistoso: Ese sonido ya tan largo, (Sí: ya tan largo. Viejo amigo nuestro que viene sonando desde la primera estrofa como una de las colas, uno de los desprendidos, y continuó en los cuernos que querían sonar, y culminó, en ese aleteo inmenso encima, recién transformado en el surgir de palomas que ya sabemos que está hecho de sonido luminoso), que cae listando de piedras los caminos.

Lo que agrega, por tanto, la primera afirmación, es que lo hasta ahora innominado, nuestra espada, lo misterioso y terrible, es algo que cae, (obvio que debe caer, pues, radica en lo alto), listando de piedras los caminos. Esto es el primer avance positivo del oráculo: aquello de lo que se trata, eso misterioso, lista de piedras los caminos cuando cae, es decir, cuando sale de su ámbito, (de lo sagrado, de lo arriba), y viene a nosotros; y ciertamente que también a los caminos residenciarios; ya que nosotros hace rato que nos hemos hecho los seres residenciarios. Y si eso es lo que hace, listar de piedras los caminos, es tremendamente importante, significativo, buscado, por todo aquel que se ocupe de su vida, y de la vida en general.

Si lista de piedras los caminos, es que ese sonido luminoso, ya tan largo, se hace señales, piedras, y así los caminos quedan claros, luminosos, conocidos, para que sepamos por donde ir. Y las piedras son concreciones, materialidades, del efecto trascendente de lo que baja, de lo que cae. (Y tal vez lo contrario, en vez de claros, oscuros, en vez de amables, dificultosos: todo es posible, ya lo veremos también).

El oráculo nos indica la existencia del hecho pero, no nos dice ni su cómo, ni su cuándo, ni su resolución. El oráculo solo nos afirma un axioma de existencia, de posibilidad, pero no sus mecanismos. Los matemáticos saben de esto: saber que algo existe, en muy útil, y más útil el simplemente axiomarlo como existente, pero no es equivalente a saber cómo se resuelve, aquello que existe, cómo se lo logra, cómo se lo encuentra. Es como el axioma de existencia de una base. Nos asegura que es posible construir una, pero no nos dice cómo encontrarla, cómo construirla.

Bajo el axioma de existencia los matemáticos han logrado probar cosas que parecen descabelladas. Pero eso es otra materia. No volveré más sobre los matemáticos. Ya han ayudado bastante.

Algo es algo. Y los caminos que se listan son, no cabe la menor duda, los caminos donde cruzaban las campanadas en cruz. Por lo cual es forzoso decirlo, ese sonido ya tan largo no es la religión cristiana, ni son los números, ni lo denotado por abejas muertas.

Es otra cosa. Ahora sabemos que existe. Sabemos qué hace. Sabemos que está hecho de luz sonora, o de sonido luminoso, que se materializa en piedras que señalan. Sabemos que es importante para nuestras vidas, pero seguimos donde mismo: no sabemos qué es: Eso el oráculo no lo dice, pues no es papel del oráculo responder de manera llana: solo enuncia enigmas: entrega signos que son símbolos, mitos.

Segundo pillo que se saca el hablante residenciario. Ya está casi fuera del laberinto en que se había auto confinado.


La segunda afirmación del oráculo, se inicia con el conector, más bien. La voz oracular tiene las mismas costumbres que el hablante residenciario. No podía ser de otro modo, puesto que no es más que el mismo hablante después de haber cambiado de piel: haciéndose más oscuramente sabio, oracular.

Con más bien, el oráculo dice: ahora lo diré aún de mejor manera, pero seguiré en lo mismo: y nos explicita, que lo buscado se encuentra más bien, cuando sólo una hora crece de improviso, extendiéndose sin tregua. (El tercer elemento: más signos-símbolos).

Ahora, bajo la forma oracular, aparece la tercera imagen guerrera: sin tregua. Sin duda que con algo está lidiando el hablante residenciario. Aquí en ‘Galope muerto’ esa incorporación de imágenes guerreras son símbolos de la lucha por desentrañar algo que los signos habituales del habla oscurecen: son símbolos de la lucha con el decir tradicional, tanto el religioso, como el poético. Todo en el nivel de la palabra, y al interior de ella.

Cuando sólo una hora crece de improviso, extendiéndose sin tregua. Y este decir está arrastrado a lo largo de dos versos. El oráculo también es medio subjetivo en mostrarnos el ritmo de su decir.

Aquí señalaré otra discrepancia, mía, con decires tradicionales, cuando se los interpreta como enmendados. Es decir, cuando a un decir tradicional, se lo interpreta de modo diferente a lo que tradicionalmente implica. (No es posible usar una imagen ya lexicalizada y pretender que no dice lo que dice la imagen lexicalizada; se pueden hacer ironías, pero no cambiarle el significado, a menos que se pretenda intencionalmente fracasar).

Se ha interpretado este decir, como refiriendo a momentos llenos de dicha que se extienden sin tregua. No se lo debe pensar así. No es posible de ser aceptado como correcto. El hablante residenciario en ‘Galope muerto’, ha hecho mucho uso de metáforas lexicalizadas, como para que ahora le esté invirtiendo el sentido, a otra que también lo es: eso es hacer trampa, y además fracasar por ingenuo.

Todos sabemos que un año de dicha y felicidad pasa volando. Y un minuto de dolor no termina nunca. Y que quien espera, desespera. Esto está así fijado en la sabiduría popular; y en la culta: “Un solo verano de felicidad”.

Es por eso que corazón pálido significa, intuición débil: eso lo sabe todo el mundo, no es una metáfora que aquí haya sido creada, el hablante la tomó hecha, y simplemente la usó.

Si una sola hora crece y se extiende sin tregua, ésa, no cabe dudas, es la hora del dolor: la hora de las tormentas, de las lágrimas saliendo apenas, de las acciones negras descubiertas de repente como hielos. No puede ser de otro modo. Esas son horas que no dan tregua, que afligen, que agobian. Es una hora guerrera.

Las horas de dicha y felicidad se esfuman sin rastro. ¿A qué se debe esta inversión indebida, que mal lee, otra vez ‘Galope muerto’? A veces es simple descuido. No demasiado interés. Si el texto fuera surrealista, en realidad no vale mucho la pena tratar de entenderlo. Da lo mismo, lo uno que su opuesto, lo que se pretende describir es lo irracional y debe hacérselo de un modo a-racional.

(Es cierto que hora, no está calificada, y por lo tanto en latencia, se puede derivar también, lo feliz: pero esa derivación es secundaria. Existiría también, sí, pero subordinada al momento principal, el del dolor).

Otras veces, lo he notado, como producto de la ansiedad de una cierta idea preconcebida, ansiedad de encontrar la idea preconcebida como existente en el poema, con lo cual meramente se infunde desde afuera algo que no existe adentro, con la ansiedad de que ‘Galope muerto’ debe conducir finalmente al Amor. No al amor. Sí, al Amor, con mayúscula. Como si ‘Galope muerto’ fuera un poema Feuerbachiano, y su poética una nueva Religión, y su contenido: El Tao, lo Innominado, el Amor, y entonces lo oculto y lo referido, sería el Amor, con mayúscula.

Para no imposibilitar aquello, esa hora de dolor que se extiende sin tregua, se ha, donosamente, transformado, en tiempo de Amor. No lo podemos aceptar por muy loable que sea el propósito, de proporcionarnos una religión del amor. (En ese caso prefiero imaginar que el hablante residenciario prefiera la del Dios Verdadero).

Bueno, lo lamento mucho: Así no es. No puede ser. No y no, otra vez.

El Oráculo dice: lo que buscáis, lo que tenéis en la espada, lista de piedras los caminos, pero, ojo, también, a veces, produce dolor sin tregua. Lo cual es muy cierto, porque la vida tiene a veces acciones negras que descubrimos de repente como hielos. Porque la vida es también muerte. La del buey, la de seres queridos, la tuya también: guardabajo con la muerte.

(El análisis de detalle de la oposición de las dos afirmaciones oraculares, después de la pregunta oracular, (4 versos), lo dejó igualmente para su presentación hacia el final. Se probará que por razones de contenido formado de acuerdo a las formas estructurantes que se usan, la segunda afirmación oracular, refiere a la muerte y sólo a la muerte; (la muerte al interior de la vida); ni siquiera al placer, mucho menos al amor, y para nada al Amor con mayúscula).

Tercer pillo que se sacó el hablante residenciario. Su transformación en voz oracular lo extrajo del laberinto. Ha triunfado fracasando puesto que mañosamente, se las ingenió, para no dar la oreja, como si la estuviera dando. Pero lo que el hablante oracular nos entregó: son puros signos, y ¿entonces, quién los descifra, quién los lee, quién asegura que cualquiera respuesta sea la correcta?

No hay fracaso en la poetización. Hay una genial y nueva manera de poetizar. Somos los lectores residenciarios los que ahora tenemos la espada en nuestro poder, y si fracasamos, es responsabilidad nuestra que no la sepamos usar.

Por mi parte, siento haber cumplido mi misión de precisar, qué es lo que el Oráculo dijo. Pero no me siento uno de sus sacerdotes. No al menos por el momento.

Hemos llegado al final del análisis de la cuarta estrofa. Hemos llegado al cierre del telón de ‘Galope muerto’. Solo falta su acto final. Cinco versos de la estrofa coda, y se acabó.



El escuchador-hablante sabio:                                      (Quinta estrofa, y final)

Para enunciar el final, el hablante residenciario cambia otra vez de piel. Ya no será un hablante oracular, ni uno subjetivo, ni uno narrativo. Se aparecerá como un escuchador-hablante sabio, obvio que otra vez oscuramente sabio, pero representante de otros, y dirá, con una nueva sintaxis:

Unquote

El análisis textual nos ha ayudado a saber, a desentrañar qué verdaderamente dicen las palabras usadas. Y por tanto, también a rechazar algunas de las interpretaciones no adecuadas que se ha pretendido leer en ellas.

La estrofa no ha hecho más que repetir lo ya dicho por las tres primeras estancias, no ha sido más que una genial intratextualidad poética para con ellas:

La vida, el momento integrador, y la desintegración no son más que partes complementarias de un mismo proceso, son galope y muerto, y en particular, en la vida conciente la vida y la muerte son momentos antitéticos complementarios: y aquello es parte del enigma sagrado de la vida: la vida también conlleva la muerte de la conciencia, la muerte de aquellos seres que logran, precisamente porque son concientes, descifrar el misterio de la vida, y por tanto lo único que ellos tienen es el camino de su vida que inevitablemente conducirá a la muerte.

Podemos, ahora, parafrasear de modo adecuado la estrofa en las respuestas implícita, no explicitadas en ella:

¿De qué está hecho ese surgir de palomas que hay entre la noche y el tiempo como una barranca húmeda?: De un sonido luminoso.

De un sonido desprendido ya aparte del metal, mudo como las lilas alrededor del convento, que quiere sonar en los cuernos de ese buey muriendo, y que es ese aleteo inmenso encima como abejas muertas o números…

Pero si la misma estrofa lo explicita: <ese sonido ya tan largo>!!!

Como el análisis tradicional realizado hasta ahora, lee un poquito por aquí, otro poquito por allá, y después da saltos mortales… ha sido incapaz de leer algo tan obvio que está en la superficie misma de ‘Galope muerto’.

Es adecuadamente calificado como un sonido YA TAN LARGO… al interior del propio poema: viene sonando desde la primera estrofa, continuó en la segunda y se desplegó en la tercera. En la cuarta estrofa no ha hecho más que reexplicitarse como enigma oracular.

Hay poetas que repiten las palabras textuales o apenas variadas: el joven Neruda, repetía los contenidos en palabras variadas lo suficiente como para despistar a los incautos, a los INDEFENSOS.

Y ha sonado, ese sonido ya tan largo, como campanadas en COMO cenizas, COMO mares … COMO se oyen… TAN rápido, TAN viviente… COMO las puntadas … de DÓNDE … por DÓNDE … en QUÉ orilla … COMO las lilas … COMO aleteo … COMO abejas … COMO con una espada.

Tan ocupado los analistas en dar saltos que no lo han escuchado. ‘Galope muerto’ es un poema donde las sonoridades de él refuerzan los contenidos formados, y provienen de estos.

Y además ha sido un SONIDO silbante: de allí que la mayoría, cuando posible, de las palabras importantes estén en plural, y muchas incorporen el reflexivo “se”, o desplieguen el sonido de la “ese” en el habla latinoamericana: cenizas, mares, poblándose, sumergida, se oyen, desde, los caminos, cruzar, caminos, en cruz, sonido, confuso, pesando, haciéndose, mismo, formas, demasiado, lejos, recordadas, vistas, ciruelas, verdes. En la primera estrofa todas las anteriores, el sonido silbante de la serpiente.

Dejo a cada lector las palabras que incorporan el mismo sonido en las siguientes estrofas. Ya tienen una explicación sonora de esas palabras, y su necesidad interna para un poema que centra la simbología más importante de él, en un sonido ya tan largo.

CAMPANAS Y SISEOS: para ayudar a los INDEFENSOS… al parecer estos se han visto abrumados.

Constaten los lectores las sonoridades en “i” a lo largo de todo el poema, y pueden completar toda la base sonora de ‘Galope muerto’, su SONIDO, ya TAN largo.

¿Y qué indica ese sonido ya tan largo? Muestra la vida, ese aleteo inmenso encima, ese surgir de palomas, que cae listando de piedras los caminos, señalando los caminos de la vida, que incorpora la muerte, como abejas muertas, esa hora que crece de improviso extendiéndose sin tregua… porque la muerte no es un instante… así como la vida no es un instante: van juntas. Por tanto con enorme madurez emocional el hablante oracular la refiere a partir de una hora que se extiende sin tregua a lo largo de toda la vida pero que sólo de pronto, de repente, se inicia y crece de improviso: a partir del momento en que el ser humano individual toma conciencia que va a morir: esa es la hora que crece de improviso y se extiende sin tregua.

No hay palabra, ni expresión usada al azar en ‘Galope muerto’.

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Estos análisis textuales no se han entregado en el orden del libro que sigue sin publicar. Se han adelantado entregas que han referido otros elementos incorporados en estas estrofas. El lector que haya seguido esas otras entregas, ya sabe de la enorme cantidad de intertextualidades que hacen referencia a Nietzsche y su “Así habló Zaratustra” como, por ejemplo, en el orden espacial de la expresión: surgir de PALOMAS que hay entre la Noche y el TIEMPO, o, en la expresión misma “ese surgir de palomas”, que no es más que la concreción de ese aleteo inmenso encima. (Y otras intertextualidades contenidas para con el mismo libro citado, pero incorporadas en las estrofas primera, segunda y tercera).

La expresión: “esa hora que crece de improviso extendiéndose sin tregua” y que refiere sin lugar a dudas a la muerte, es otra intertextualidad, pero esta vez una en homenaje a un poeta chileno amigo del joven Neruda, viene de un poema de ese amigo. Lo dejo sin explicitar, solo indicado. Para que la busquen.

Y el que ese surgir de palomas esté entre la noche y el tiempo contiene otra de esas intertextualidades, esta vez para con un texto de otro joven poeta de esos tiempos: el propio joven Neruda. Búsquenla también.

En alguna próxima entrega, lo explicitaré.

Pero la siguiente, publicación en el blog, será el análisis textual de la quinta estrofa y final del poema.

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En esta entrega han encontrado el análisis textual de la cuarta estrofa. Adicionalmente se ha hecho una referencia somera a la sonoridad que recorre el poema. Aquello merecería un artículo detallado. Se ha señalado, pero no explicitado, la existencia de dos intertextualidades adicionales contenidas en ‘Galope muerto’, en la cuarta estrofa. Y se ha insistido en algo ya conocido desde las entregas anteriores: el poema es completamente autorreferente por medio del desarrollo de las intratextualidades de sentido y sonoridad con que el joven Neruda lo desarrolló.

Causa extrañeza que alguien lo pueda haber considerado un poema sin forma, delírico, de asociaciones libres, sin simbología, referente de modo directo a una materialidad externa. Sí, causa mucha extrañeza.

Fernando Reyes Franzani
Santiago de Chile, 11 de Octubre de 2011






como una barranca húmeda